El ambiente escolar adecuado:


¿QuĆ© ambiente escolar es mĆ”s adecuado para facilitar las relaciones sociales adecuadas?

Numerosos estudios evidencian que las interacciones entre los niƱos con necesidades educativas especiales integrados en la escuela ordinaria y sus compaƱeros no son siempre positivas. El sentimiento de ser rechazo y de no pertenencia al grupo son algunas de las experiencias a las que el niƱo con discapacidad debe hacer frente en su escuela. Y no parece fĆ”cil, a priori, manejar estos sentimientos. Muchos son los factores que pueden influir en la mayor o menor calidad de las interacciones en la escuela. Veamos algunos de estos factores.

Las relaciones con los compaƱeros

Los niƱos con discapacidad pueden provocar diferentes reacciones y sentimientos en sus compaƱeros: claro rechazo, burla, lĆ”stima o franca simpatĆ­a, entre otros. El grado en que los compaƱeros poseen informaciĆ³n veraz y ajustada sobre la discapacidad pueden condicionar su respuesta ante la misma. Estrategias didĆ”cticas novedosas como las tutorĆ­as entre iguales estĆ”n demostrando ser una manera eficaz para lograr un mayor autoconocimiento y de respeto mutuo.



Las actitudes de los profesores

El profesor es un modelo a imitar en el aula. Su actitud y forma de relacionarse con los alumnos con discapacidad serƔ una pauta a imitar por el resto de los alumnos. Asƭ, el estilo proactivo ha demostrado ser el mƔs beneficioso para favorecer el desarrollo social, afectivo y acadƩmico del niƱo con dificultades. Este estilo se caracteriza, fundamentalmente, por la intencionalidad del profesor de mantener interacciones individualizadas con todos los alumnos, evitando que las diferencias interfieran en el aula. El profesor proactivo transmite expectativas positivas, flexibles y precisas e intenta compensar las desigualdades de partida.

Con respecto al efecto de las expectativas, recordemos el famoso Efecto PigmaliĆ³n en el aula. Los estereotipos y las ideas preconcebidas hacia un alumno pueden influir de manera importante en la manera de relacionarse con Ć©l y, en consecuencia, modular su conducta. Si el profesor parte de la idea preconcebida de que, debido a su discapacidad, un alumno serĆ” incapaz de asumir determinados retos o realizar determinadas tareas, asĆ­ se lo transmitirĆ” por canales verbales y no verbales. Ya sabemos que estos mensajes recibidos del profesor ayudarĆ”n al alumno a configurar un autoconcepto pobre sobre sĆ­ mismo.

Es importante aclarar, no obstante, que lo dicho anteriormente no implica ignorar las dificultades reales y objetivas que un niƱo con sƭndrome de Down puede presentar en el aula. Esta actitud tambiƩn es claramente desaconsejable pues podrƔ llevar al profesor a plantear metas desmedidas o no considerar las medidas de apoyo compensatorias necesarias.

En definitiva, si el profesor ve al niƱo con dificultades como una carga aƱadida en su tarea diaria, asƭ se lo transmitirƔ al propio niƱo y a sus compaƱeros. En cambio, si el profesor posee estrategias para anteponerse a las dificultades y proporcionar los apoyos necesarios para que el niƱo con dificultades salga exitoso de los diferentes retos diarios, estarƔ devolviƩndole una imagen positiva de sƭ mismo al propio niƱo y a los demƔs.

La estructura del aula y tareas

Tanto las relaciones con los compaƱeros como con el profesor se dan en un contexto determinado, en una estructura organizativa concreta con unas demandas y exigencias especƭficas. Las coordenadas espacio-temporales pueden ayudar o limitar las habilidades sociales del niƱo con sƭndrome de Down. Por ello es importante tener en cuenta los siguientes aspectos:

La ubicaciĆ³n fĆ­sica del alumno con sĆ­ndrome de Down en el aula. Hay sitios en los que el niƱo va a estar mĆ”s perdido o se va a distraer mĆ”s. Al contrario, una ubicaciĆ³n mĆ”s prĆ³xima al profesor o a la fuente de informaciĆ³n (vĆ­deo, proyector, etc.) le ayudarĆ” a estar centrado e inmerso en la dinĆ”mica de la clase, podrĆ” ser partĆ­cipe de la misma y evitarĆ” que desarrolle conductas disruptivas ante los primeros sĆ­ntomas de aburrimiento.

La modalidad de la tarea en el aula. Es claro que las actividades que impliquen un trabajo cooperativo favorecerĆ”n unas relaciones interpersonales mĆ”s positivas que aquellas que favorezcan un trabajo competitivo e individualista. En estas Ćŗltimas, el niƱo con mayores dificultades siempre llevarĆ” las de perder. Sin embargo, en las tareas de grupo, puede responsabilizarse de aquellas funciones para las que estĆ© mĆ”s capacitado, posibilitando asĆ­ las relaciones de colaboraciĆ³n entre iguales.

Las actividades lĆŗdicas extraescolares y el recreo. Las actividades al margen del horario escolar pueden ser ocasiones estupendas en las que las relaciones entre alumnos con y sin discapacidad se conozcan y comiencen a valorarse. Actividades deportivas, culturales y de ocio estructurado permiten, en ambientes mĆ”s relajados y menos estresantes, expresar lo mejor de uno mismo. Los recreos, sin embargo, suelen ser espacios en los que el niƱo con discapacidad constata que se queda al margen de los juegos. Con frecuencia vemos en los patios a los niƱos con necesidades educativas especiales relacionarse entre sĆ­ o con niƱos mĆ”s pequeƱos y, en los peores casos, jugando totalmente solos.

En estos momentos poco estructurados, el niƱo con Necesidades Educativas Especiales puede quedar “descolgado” y sin grupo de referencia. Los profesores y cuidadores han de ser receptivos a estas situaciones y ayudarles a implicarse en actividades de grupo.


Fuente: Enlace

Redactor

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Instagram